jueves, 2 de julio de 2009

HERIDAS

«Así dice Yavé: Tu herida es incurable, es una llaga dolorosa. No hay nadie para hacerte justicia ni hay remedio que te sane. Sí, yo te he herido como hiere el enemigo, con un golpe seco, por tu enorme culpa y por tus numerosos pecados. ¿Por qué te quejas de tus heridas, y por qué tu dolor no se puede calmar? Por tu enorme culpa, por tus numerosos pecados te he hecho esto. Sin embargo… yo voy a devolver el vigor a tu cuerpo y voy a sanar tus llagas, dice Yavé». Jeremias 30:12,13,15,17

Hoy sentí la necesidad de hablarte de las heridas, de esas que nos duelen profundamente, las heridas del corazón, las heridas del alma, seguramente escribí esto porque vino a mi mente el tiempo en que andaba con un dolor profundo a causa de mis numerosos pecados, y tarareaba una canción que hacía remembrar lo que Dios hizo en mí. Puedo afirmar con toda seguridad y claridad que a pesar de que sientes que no puedes seguir, con tu mundo destrozado (como lo sentí en algún momento), debes tener esperanza y confianza en el Señor. Cuando seas herido en tu alma, busca inmediatamente a nuestro Señor porque Él te podrá sanar. Lo dice en el libro de Jeremías claramente: “yo voy a devolver el vigor a tu cuerpo y voy a sanar tus llagas”. Toda herida deja secuela: recuerdos dolorosos, imágenes vivas, angustias, miedos y emociones que nos vuelven una y otra vez, a la memoria. Y hasta en sueños se puede repetir la escena... o podemos temer dormirnos, por miedo a revivir esa pesadilla.

Yo ahora estoy seguro que todas las dolencias del alma e incluso físicas pueden ser sanadas por Dios, pues para Él no hay nada imposible. Todas las heridas sangran por ello requieren de un tratamiento especial para lograr que cicatricen y sanen. Te hablo desde mi propia experiencia, yo cometí muchos errores lo que originó en mí una herida tan profunda que jamás pensé poder sanar, pero hoy al retroceder el tiempo que lloré, el tiempo que supliqué al Señor, cuando pedí su misericordia fui escuchado y me atendió. Amigo mío escribo aquí sobre ello porque quiero que sepas que cuando trates de olvidar sucesos que te marcaron, y te da tristeza, te angustias, e incluso ves tu futuro incierto, hoy te afirmo que puedes encontrar la paz que tanto anhelas. Si abres tu corazón, si le entregas tus dolencias a Él, el Señor te ayudará a seguir, pero no dejes de tener fe, eso quiere el Señor, Él prueba tu fe, por ello permite que pases por esas pruebas y si has pasado por una prueba muy difícil estoy convencido que Dios quiere algo contigo, sólo pregúntale que quiere de ti.

Tú podrás encontrar paz en medio de la confusión. El Señor Jesucristo nos dice: “venid a mí todos los que están cansados y agobiados que yo los aliviaré”. (Mt. 11,28). Es una invitación a acercarnos a la Iglesia y dejarnos amar por Jesucristo. Recuerdo los momentos difíciles que tuve que pasar pero al mismo tiempo mi deseo por ir a cubrirme en sus brazos, por querer sentir el calor de su abrazo, su ternura, su comprensión, quería contarle sobre mis penas, mis preocupaciones, mis arrepentimientos, mis incoherencias, mis fracasos. ¿Y sabes algo? Jesús me escuchó, estuvo presente a cada instante, sentí que Jesús sufría a mi lado, sentí que secaba mis lágrimas, Él que me comprendía, y sobre todo encontré y descubrí que Jesús me amaba. Cuando estoy cansado de verme sin fuerzas, cuando me siento incluso sin voluntad en mi trabajo, en mis estudios, cansado de mis torpezas, cansado de mis miedos, siento a Jesús y su abrazo. Y me siento amado.

Querido hermano te invito a que si sientes dolor, cansancio, angustias, penas, si sientes que no puedes más o si deseas desaparecer por todo lo que te ha pasado, lo mejor que podrías hacer es dejarte amar por el Señor y confiar en Él, te aseguro que te sanará, te aliviará y encontrarás la paz. Dios siempre cumple sus promesas.

Bendiciones.

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