lunes, 27 de septiembre de 2010

Cristo Jesús, manso y humilde de corazón

(P. Ignacio Larrañaga)

Señor Jesús, manso y humilde.

Desde el polvo me sube y me domina esta sed de que todos me estimen, de que todos me quieran. Mi corazón es soberbio. Dame la gracia de la humildad, mi Señor manso y humilde de corazón.

No puedo perdonar, el rencor me quema, las críticas me lastiman, los fracasos me hunden, las rivalidades me asustan.

No sé de donde me vienen estos locos deseos de imponer mi voluntad, no ceder, sentirme más que los otros.. Hago lo que no quiero. Ten piedad, Señor, y dame la gracia de la humildad.

Dame la gracia de perdonar de corazón. La gracia de aceptar la crítica y aceptar cuando me corrijan.

Dame la gracia poder, con tranquilidad, criticarme a mí mismo. La gracia de mantenerme sereno en los desprecios, olvidos e indiferencias de otros.

Dame la gracia de sentirme verdaderamente feliz, cuando no figuro, no resalto ante los demás, con lo que digo, con lo que hago.

Ayúdame Señor, a pensar menos en mí y a abrir espacios en mi corazón para que los puedas ocupar Tú y mis hermanos.

En fin, mi Señor Jesucristo, dame la gracia de ir adquiriendo poco a poco un corazón manso, humilde, paciente y bueno.

Cristo Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo.

Así sea.


martes, 7 de septiembre de 2010

Por el bautismo me siento amado por Dios


"En aquellos días Jesús vino de Nazaret, pueblo de Galilea, y se hizo bautizar por Juan en el río Jordán. Al momento de salir del agua, Jesús vio los Cielos abiertos: el Espíritu bajaba sobre él como lo hace la paloma, mientras se escuchaban estas palabras del Cielo: «Tú eres mi Hijo, el Amado, mi Elegido.»

En seguida el Espíritu lo empujó al desierto. Estuvo cuarenta días en el desierto y fue tentado por Satanás. Vivía entre los animales salvajes y los ángeles le servían".


Muchos judíos acudían al río Jordán, en donde Juan bautizaba. Juan les hablaba de la necesidad de cambiar de vida, es decir, de conversión. A quienes tenían mucho, les pedía que compartieran. De lo contrario no tendrían salvación. A los que robaban, Juan les pedía que se conformaran con lo ganado su trabajo. Les hablaba que de seguir en el mal camino del egoísmo, el castigo de Dios sería grande para todos. Aquellos que mostraban deseos de cambiar de vida, Juan los bautizaba con agua. Con eso mostraban arrepentimiento y por otro lado quedarían libres del castigo que se acercaba.

Un día se formó también Jesús. Y Juan lo bautizó. En este instante Jesús escuchó la voz de Dios que le decía: “Tu eres mi hijo el amado, tu eres mi elegido”. El saberse amado por Dios le dio a Jesús mucha fuerza para resistir las tentaciones, para que la parte salvaje y bestial que todos llevamos dentro no lo hiciera cautivo ni esclavo. Ni tampoco las personas malas que lo rodearon pudieron nunca sonsacarlo del bien.

El cambio en la vida viene a partir de la experiencia del amor. Si alguien te ha amado, es más fácil entender el amor de Dios. Pero si nadie te ha querido, también es posible hacer la experiencia del amor de Dios. Será viendo un atardecer, será leyendo la Biblia, será cantando una alabanza, será sencillamente en el silencio. Será repasando la historia de la vida. Será haciendo las paces con alguien. Tal vez hubo un momento en la vida que el creyente se sintió amado por Dios. Este amor es un regalo gratuito, es una gracia, un indulto, porque se concede gratis, a pesar de las maldades del hombre.

El bautismo es recibir un abrazo de Dios, un beso de Dios. En este instante, al igual que Jesús, el creyente escucha en su corazón la voz de Dios que le dice: Tu eres mi Hijo, me siento orgulloso de ti, que sepas que eres mi consentido. Este amor es para siempre. Imprime carácter, el cristiano está marcado con un sello, con una marca, que ningún pecado jamás le podrá borrar.

El saberte amado por Dios te permite una nueva vida. Te da fuerzas para salir adelante en todos tus planes. Como si oyeras la voz de Dios que te dice: “Eres mi barrio y te defiendo y te cuido. Eres mi brother.”